¿Qué pasa cuando se meten en un atolladero y no saben cómo salir? Lecciones de Biden para AMLO

Jorge Miguel Ramírez Pérez

Jorge Miguel Ramírez Pérez.

“Mejor es encontrarse con una osa privada de sus cachorros,

Que con un necio en su necedad” Proverbios 17:12

El presidente Joe Biden fue duramente criticado por su antecesor Donald Trump, quien afirmó que fue humillante la forma de salir de Afganistán. La evacuación de la gente de parte de los Estados Unidos, ha sido de 25 mil en las últimas tres semanas; y sumando los evacuados por sus aliados son menos de 52 mil personas.

Faltan muchos políticos, oficiales, funcionarios, efectivos, líderes religiosos y las redes de inteligencia que operaban en ese país bajo la batuta de Washington; que urgen escapar de las manos de los inmisericordes talibanes, pero ni Estados Unidos o sus aliadas, alcanzarían a sacar a toda la gente. El tiempo apremia porque el plazo se extingue el último día de agosto, tal como lo reiteró amenazadoramente el portavoz del Talibán, Zabihullah Mujahid. Al señalar que Biden se comprometió a esa fecha.

Para proponer una negociación, mas bien una petición de clemencia que amplíe el plazo perentorio, el G7, es decir el grupo de los siete países más importantes en la economía mundial, con exclusión de China: Alemania, Canadá, Estados Unidos de América, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, se han reunido y deslizan hacia Biden la solución. Algunos analistas creen que el cambio de fecha sería tal vez, la moneda de cambio para un reconocimiento al gobierno Talibán de parte de las potencias mencionadas. Un tema muy espinoso.

Por lo pronto los talibanes han prohibido a los afganos acercarse al aeropuerto Hamid Karzal de Kabul, todavía controlado por los estadounidenses. Quieren engullirlos. Es una situación desesperante que debe resonar en la cabeza de los líderes occidentales quienes se deben preguntar una y otra vez ¿porqué nos metimos allí tanto tiempo? y ¿cómo vamos a salir de este atolladero?

Y eso es lo que los líderes siempre deben pensar porque a pesar de que sienten que hacen historia y toman decisiones importantes, porque son motivados por sus seguidores obnubilados por pasiones y sueños de grandeza, que enfangan la verdad con entusiasmos irreflexivos, las consecuencias bien sabidas pero reprimidas, se van a aparecer trastornando gravemente el horizonte.

Por eso las propuestas simplonas no son útiles para la política.

Seguramente al “buen Joe” le dijeron que era un asunto de voluntad la salida de Kabul: “cuando usted quiera”. De eso hablamos hace ocho días, creían que, en seis meses a partir de la decisión de salir del conflicto, se sostendría el gobierno de plastilina inventado por ellos mismos; ¿como si no supieran lo endeble de esa invención de narco negociantes antagónicos del Talibán, y un clero tradicional islamista sin fuerza como elementos del fallido gobierno impuesto por Estados Unidos…

Hoy Biden no sabe qué hacer si salir o regresarse. Ooops. Perdido en temas ñoños, intrascendentes para la seguridad estadounidense como es la agenda gay, sumergido en medio de un gabinete de “diversidad sexual” y no de unidad y experiencia política en temas difíciles. Biden sucumbe. Ni como ayudarlo, la gente vuelve a pensar seriamente en el bocón de Trump. Hasta los indefinidos de Justin Trudeau y Emmanuel Macron lo deben extrañar…

Mientras acá en el tercer mundo, los errores se suceden diariamente. Amlo se mete donde después no puede salir ¿A quién de sus múltiples e improvisados parásitos sirve? Rodeado de aduladores le deslizan al oído, lo que quiere escuchar: que su voluntad es suficiente para convertir cualquier objeto en oro. Se la cree, que de veras manda. No se entera que es el pitorreo de su servidumbre: hasta la Rocío Nahle se cree presidenciable, las acusaciones de Lozoya están peor dramatizadas que las de la Paca, y lleva acumulados delitos administrativos más que todos los presidentes de México, y nadie le dice que está en la olla. Nadie se atreve, y no se da cuenta porque como no está bajo el escrutinio de la arena mundial no los ve. Sus errores los borra con más y mayores. Los de estos días son de los que traen consecuencias.

Amlo sigue metiéndose en asuntos de los que no va a poder salir, nadie lo va a evacuar de su Afganistán. Alguien le dijo que inflara a Anaya persiguiéndolo porque era preferible tenerlo de rival en el 2024 porque estaba quemado: “mejor él, que esperar que te brinque otro con fuerza”. Algunos lo embarcaron en atacar al INE, destituyendo a los consejeros y a la vez al Tribunal Electoral, sacando del presupuesto a los organismos estatales, y en vez de evidenciar la mugre de esos organismos y hacer una auditoría eficaz que demostrara los abusos, y actuara con apego a la ley; como sabe que no tiene gente capaz, se fue por el recurso dizque fácil, el dictatorial, lo que le va a acarrear la descalificación de su régimen y el señalamiento internacional de antidemocrático, así de fácil.

Alguien le aconsejó atacar a la OEA y pretender liderar a los países del continente, y solito les abrió la puerta a los presidentes del PRI, del PAN y del PRD para que se forme una investigación que relacione los resultados electorales del 6 junio con la intromisión alentada desde el gobierno del crimen organizado. De esa no sale ileso, pocos la libran de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Para redondear, Amlo amenazó a los quejosos, lo que no ha hecho Biden con el Talibán. Y en esta misma semana, persiste en acumular necedades, no se rinde, quiere a fuerzas que lo ratifiquen: “si no lo hace el Congreso que lo haga el pueblo”, y nadie le puede explicar que jurídicamente la revocación no se puede usar como ratificación, sencillamente es una guerra de antemano perdida. ¿Porqué persistir?

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