Por. Rubén Cortés
Un sainete de nivel bananero: el mismísimo presidente se injerta en policía, juez, patrullero o MP y le dice a su adversario quiero meterte preso, no huyas. Un sainete, pero no de risa: de espanto. Porque lo mismo hacen Maduro, Evo Morales, Ortega, Díaz-Canel…
El sábado, Ricardo Anaya, el panista excompetidor en las elecciones de 2018 contra el actual presidente, anunció que se va de México, porque éste lo quiere meter a la cárcel y no pueda ser sea otra vez candidato en 2024, y le molestan mucho sus críticas.
Ayer, el mandatario se convirtió en Fiscalía y Poder Judicial a la vez, y le respondió a Anaya que si es inocente, que no se ampare ni huya; que se defienda con pruebas y con la fuerza de la verdad. Que podrá ser un político preso, pero o un preso político.
La aceptación pública del presidente de que quiere encarcelar a un adversario es similar a lo que hizo Evo Morales (desde el Maximato que ejerce en Bolivia) con quien lo sustituyó de manera interina en la presidencia: encarceló a Jeanine Áñez, sólo porque la odia.
Y Daniel Ortega hasta con compañeros de ruta política de toda la vida que hoy se le oponen: Dora María Téllez, quien fue una de sus comisarias; y Hugo Torres, que fue quien liberó a Ortega de la cárcel de otro dictador, Somoza, el 27 de diciembre de 1974.
Desde junio, el sátrapa de Nicaragua encarceló a ocho candidatos a la presidencia o la vicepresidencia, así como a 32 dirigentes opositores más, por “atentar contra la sociedad nicaragüense y los derechos del pueblo”.
O sea, los de Ortega también son como los reos del presidente de México: políticos presos, no presos políticos. Igual que Nicolás Maduro en Venezuela: hoy tiene en prisión a 266 opositores, según cifras de la ONG Foro Penal.
Así que no puede ser visto en México el caso de Ricardo Anaya con la relativización que se empieza a ver todo, gracias al contagio que provoca en los medios, el debate público, las redes y toda la sociedad el malbaratamiento que hace el presidente de su cargo.
Porque a Anaya le pueden seguir otros, como hicieron con sus enemigos Evo Morales, Ortega o Maduro, los tres, por cierto, fuertes aliados ideológicos del mandatario mexicano, y los tres, con estilo de gobernar parecidos al estilo del mexicano.
Por ejemplo, no se puede olvidar que, por comportarse como buena ciudadana y acudir a una cita judicial, Rosario Robles fue dejada presa después de que el MP le falsificó una licencia de manejo. Y ahí presa: sólo porque la odian.
Pero no son presos políticos. Son políticos presos.
Guardemos esa.