Por. Rubén Cortés
Al ser sede de las negociaciones del dictador Maduro y su oposición, los mexicanos tienen ante los ojos cómo funciona el populismo electoral ya afincado con éxito: nunca restablece la democracia; sólo le da atole a la oposición y, hasta eso… fuera del país.
Tras 20 años en el poder, el proyecto chavista es imbatible, y se permite jugar y dar largas a una oposición a la que tolera sólo por conveniencia: para apuntalar la dictadura constitucional en que acaban estos proyectos transexenales, como busca aquí el de la 4T.
Maduro tiene en Venezuela a más de 500 opositores presos, permite elecciones en las que participa únicamente él y se reúne con los opositores que tolera, pero fuera de Venezuela, sin que los venezolanos casi se enteren, pues él controla todos los medios.
Por eso acabarán en más de lo mismo estas negociaciones que auspicia México, para supuestamente lograr que en Venezuela vuelvan a realizarse lecciones libres y con garantías, algo que no ocurre desde que los venezolanos votaron por el chavismo en 1999.
El dictador tiene la “solución” de su país donde quiere: en el extranjero. Al igual que el castrismo la puso hace 60 años en Miami. Y la historia demostró, definitivamente, que los problemas de los países dependen de sus dirigentes y sus ciudadanos, no de afuera.
Pinochet y los opositores resolvieron dentro de Chile el final de la dictadura militar, con un plebiscito entre todos los chilenos (los dirigentes y sus ciudadanos), y un mes después los ganadores tenían su primera propuesta de reformas a la Constitución.
Pero Maduro prohíbe elecciones libres y el chavismo ya superó a Pinochet en tiempo en el poder, mientras la ONU lo considera responsable de “coordinar crímenes de lesa humanidad”, por matar a cinco mil 94 opositores políticos. Y México es padrino de Maduro.
Vota por Maduro en ONU y OEA, y le organiza estas pláticas con la oposición para que el dictador gane tiempo en falsas promesas de elecciones libres y vigiladas, a cambio de librar las sanciones económicas que enfrenta por sus “crímenes de lesa humanidad”
Saber lo que va a ocurrir es de primaria: el dictador obtendrá lo que quiere y jamás hará comicios verdaderamente libres, ya que controla los resortes del Estado y el órgano electoral, e impone sus reglas y condiciones para permitir cualquier viso de elecciones.
Y, por favor, no juguemos con las palabras: Maduro consiguió ya el objetivo que busca la autollamada “Cuarta Transformación”: un régimen transexenal, caracterizado por la militarización y el control social calcados de Cuba, pero con “Congreso” y “partidos políticos”.
Para así tener con quien armar una farsa de negociaciones.
Eso son los populistas: una farsa.