Rubén Cortés.
Adelantó su sucesión por lo mismo que pone canciones de Juanga y publica fotos de su casa con el respaldo roto de una silla del comedor: para desviar la atención de que su gobierno es inoperante.
Chávez cantaba rancheras. Pero tenía el barril de petróleo a 110 dólares. Así que eso de que el presidente siga estrategias eficaces en otros populistas, no indica que funcionen aquí: para empezar, perdió ya la mitad del apoyo ciudadano efectivo que le dio el poder.
En 2018 ganó con 30 millones de votos: pero en la intermedia perdió 12 millones de aquellos votos. Y perdió el bastión electoral que lo catapultó desde el 2000: la CDMX. Y sí: perdió él. Fue él quien hizo campaña, no Morena.
En caía libre: dos meses, tuvo únicamente siete millones de votos en la consulta popular que promovió él mismo (todos los días, durante dos años y medio) para juzgar a los expresidentes.
Por eso, quienes el propio presidente enredó en su sucesión, empiezan a oler la sangre del lobo jefe de la manada herido. Se van a mover. Porque, por mucho que desde las mañaneras controle la realidad alterna, los aspirantes sí ven la realidad verdadera.
Una realidad que termina en el precio de las tortilla y les pegará a ellos. Si en 2024 México es una democracia como la que lo llevó al poder en 2018, los votantes lo harán con las manos en los bolsillos y mirando el plato en la mesa.
Hoy su dinero vale muchísimo menos que cuando 30 millones de ellos votaron por este presidente: y pagan siete por ciento más por la canasta de consumo mínimo: el gas LP, subió 34 por ciento; la tortilla, 14, la carne de cerdo, 18; el frijol, 20.
Sin embargo, el gobierno anterior les dio una vida menos cara. La economía creció por ciento anual en promedio durante seis años. Pero por quien votaron en 2018, para que les diera una vida mejor, bajó la economía a cero, en el 2019; y a menos 13 en 2020.
Hoy, los sucesores enumerados por el presidente (entre los reales y los de relleno) comentan en privado lo que, como candidato en 2018, el presidente le reclamaba a Peña: “No me siga astillando la silla, porque después no tendré donde sentarme”.
Mientras, se revientan entre ellos, en lugar de ayudar a su jefe a salir de la barranca: a Monreal le enyerban la operación en el Senado; Ebrard, Gatell y Sheinbaum se comen vivos; Nahle y Octavio Romero le echan petróleo en el piso el uno al otro…
Y dejan solo al jefe, que eso quiere, al parecer, porque pone a Juanga con esa de…
Déjame vivir.