Marissa Rivera.
Dieciocho meses después de que el Covid irrumpió en nuestras vidas, nos arrebató seres queridos, desmembró familias, acabó con vidas, destruyó economías y modificó nuestra vida social, la estrategia del gobierno federal se mantiene igual.
A Hugo López Gatell no le ha bastado casi un cuarto de millón de personas muertas. Sigue arrobado en su necedad, arrogancia e ignorancia.
Si algo debemos reconocerle, tristemente, es la perseverancia en sus yerros.
Jamás se aplanó la famosa curva, y ahora, el ascenso de contagios nadie lo puede detener.
Mientras que él, sigue empeñado en generar confusión.
Aun sabiendo lo que ocurría en el mundo y cómo otros países enfrentaron la pandemia, nunca se atrevió a tomar decisiones certeras para contener los contagios y muertes.
Su estrategia, desde el principio, fue fallida, igual que sus declaraciones.
Durante mucho tiempo insistió en que “no había evidencia científica que demostrara que el uso del cubrebocas disminuía los contagios”.
También dijo que “no había evidencia científica que demostrara que un mayor número de pruebas para detectar el virus, frenaría los contagios”.
La comunidad científica internacional insistía en lo contrario y exigía “tests” para ubicar los contagios y contenerlos. La Organización Mundial de la Salud reiteraba la necesidad de hacerlos.
En octubre pasado aseguró que “no había evidencia científica que demostrara el contagio del virus SARS CoV-2 por aire, es decir, por aerosoles, las gotas pequeñas de saliva que pueden viajar y permanecer más tiempo suspendidas en el aire”. Un yerro más.
Estas, son solo un ejemplo las diversas declaraciones equivocadas que ha hecho el subsecretario durante 18 meses. Un hábito que no cesa.
La más reciente la dijo este martes, desde su principal área de confort, en Palacio Nacional, “con base a la evidencia, es que la mortalidad en adolescentes y niños ya era muy baja en la segunda ola, continúa siendo baja en la tercera ola. Entonces, todas estas ideas que han circulado de que ahora es una epidemia de adolescentes y niños no tiene un sustento de evidencia, ni en México ni en ninguna otra parte del mundo”.
No se trata de una epidemia de niños, ni adolescentes, porque siguen muriendo personas de todas las edades, pero parece que López-Gatell no se ha enterado que hay hospitales pediátricos saturados en Estados Unidos, como en Oklahoma, por ejemplo.
El número de pacientes menores de edad con Covid ha crecido de manera importante. México tiene sus casos.
También habrá que recordarle que hasta el 25 de julio de 2021, en México, se habían contagiado 57 mil 490 menores de entre 0 y 17 años, y fallecieron 595. Esto, según las cifras oficiales del gobierno federal.
Lo que no se entiende es porque si la COFEPRIS ya autorizó la vacuna Pfizer para adolescentes de entre 12 y 17 años de edad, el gobierno encabezado por López Gatell, se niegan a aplicarla.
Los menores de edad son un grupo vulnerable, aunque lo niegue el subsecretario. ¿A qué cifra de contagios y muertes habrá que llegar para que el gobierno federal decida vacunarlos?
Ya tenemos hospitales saturados y la estrategia no cambiará. Escasas pruebas y cero seguimiento de posibles contagios.
El gobierno federal argumenta que gracias a la vacunación ya no hay tantos enfermos graves, ni muertos.
Epidemiólogos y científicos han advertido que estamos en los momentos más críticos de la pandemia.
A nadie le importa si las autoridades federales y capitalinas se pelean por el color del semáforo. En las calles no es ni rojo ni naranja, es saturado e intrascendente.
Que no nos importe el color, que nos importe la vida. En las últimas dos semanas, los 19 mil contagios diarios, nos obliga a cuidarnos y a ser responsables como sociedad.
Hagamos lo que nos corresponde y dejemos que Gatell siga en su errático mundo.