Carlos J. Pérez García.
Entran en escena nuevos distractores, y las “narrativas” opuestas nos seguirán apartando de los grandes problemas de fondo… tantos y tan graves. ¿Cómo vamos por aquí estos días?
Miren, aun envuelto en un manto de democracia participativa, me pareció tan lamentable y demagógica que he preferido no hablar de la llamada Consulta Popular para “juzgar expresidentes” o, según interpreto a la Suprema Corte, para definir acciones encaminadas a esclarecer responsabilidades en las decisiones tomadas por actores políticos en el pasado… O algo así.
¿Resultó un fracaso o un éxito este peculiar plebiscito? Debemos preguntarnos eso y más, pero alejándonos de extremos que hoy se discuten con vehemencia. Ninguno de ellos es válido, pues es un instrumento que vale la pena y habrá que afinarlo en lugar de degradarlo.
La historia de este ejercicio ha sido tan tortuosa como algunos personajes de la actualidad. Se abusó de su potencial y se cometieron errores al forzar su realización, pero ahora el oficialismo cae en incongruencias en cuanto a sus resultados e incluso sobre si era o no necesario. Unos resaltan que fue un fiasco la participación porque muchos mostraron desinterés o rechazo a los proponentes, mientras otros culpan al INE de que no promovió más la asistencia ni dedicó recursos adicionales.
Sobran las falsedades. Digamos, no es cierto que el presidente haya fracasado pues su objetivo nunca fue avalar juicios sino dar la apariencia de democracia popular, tampoco es verdad que las mayorías no se interesen por combatir la impunidad y la corrupción a altos niveles, sino que con tantos errores y confusiones se desalentó una determinación masiva, tal vez en forma deliberada. El desperdicio de dinero sí fue real, pero este gasto abrió el cauce para las segundas intenciones presidenciales.
El INE se defendió con la ejecución de lo que le fue definido por el presidente, la Suprema Corte y la Cámara de Diputados, que incluye la redacción de la pregunta, los plazos, los alcances y el presupuesto disponible (por abajo del solicitado). Pero sabemos que el presidente y su partido le traen muchas ganas a este organismo autónomo y lo culpan de un fracaso que, por su parte, quieren ver como éxito.
Se señala: “Al gobierno le gusta hacer aspavientos justicieros, pero no justicia”. Ésta, ojo, resulta mucho más difícil de intentar y lograr, aunque sin necesidad de consultar ni desestabilizar ya se tendría que haber aclarado y suprimido al menos la notoria e insultante impunidad de Enrique Peña, como deberá repetirse con el actual presidente en su momento. No le demos más vueltas.
Viene ahora la consulta para la Revocación de Mandato del presidente, que se ha programado dentro de 7 meses en marzo, con la cual se buscará continuar la distracción y polarización en un país que se hunde ante los esfuerzos para que un malhadado movimiento se perpetúe a partir de esperanzas renovadas. Fíjense, ser candidato es lo que más disfruta AMLO, no gobernar ni resolver problemas.
También el Tribunal Electoral (TEPJF) se ve asediado por el presidente en medio de resoluciones pendientes; por ejemplo, sobre gubernaturas como las de Nuevo León y San Luis Potosí. Entre risas del mandatario y burlas hirientes contra él, todo sigue y se amplía o profundiza (incluida la pobreza, tristemente). De verdad, oigan, esto es ya un desmadre (con o sin diccionarios).
* LAMENTO LA PARTIDA DE Manuel Suárez Mier (1947-2021), mi compañero, mi amigo, mi colega con el que mantuve contacto por décadas incluso un par de veces en Washington, DC, donde vivió un buen tramo de su fructífera vida.
Fue funcionario del Banco de México, la Secretaría de Hacienda y nuestra Embajada en Estados Unidos; profesor en el ITAM y la American University; columnista en El Economista y los últimos años en Excelsior y Sepgra, así como colaborador en la publicación internacional Asia Times. Antes estudió la licenciatura en la UNAM y su posgrado (hace años ningún acomplejado lo veía mal) en la Universidad de Chicago, además de haber sido consultor económico y un viajero frecuente a México.
Me había invitado a quedarme con él unos días allá, lo que consideraba yo ¡en cuanto la pandemia cediera en definitiva…! Fue un hombre probo y brillante, aparte de divertido y afectuoso, con quien tuve muchas más coincidencias que diferencias en lo profesional y en nuestra visión actual del país. Tal vez por su radicalismo, le dolía aún más el actual naufragio de México.
@cpgarcieral