Jorge Miguel Ramírez Pérez.
Todos los países del mundo se enorgullecen de algunos hechos que se divulgan de su pasado, sean ciertos o no. En su mayor parte son mitos que tratan de mostrar la unicidad de su nacionalidad, y que mas que apegarse a la realidad, son interpretados desde la óptica que distorsionan sus gobernantes y educadores en aras de fortalecer un nexo común, independientemente que no sea estrictamente verdad. Muchos son mitos fundacionales, nuestro México tiene como emblema: el águila que devora la serpiente, recuerda la leyenda de la fundación de Tenochtitlan que los investigadores serios ubican en 1325.
Pero hay mitos mas recientes en términos históricos que por ejemplo, nos remiten al supuesto prestigio de México en política exterior con la llamada Doctrina Estrada, que se debe a un personaje de la alta burocracia de Relaciones Exteriores, Genaro Estrada quien fungió como oficial mayor, subsecretario y secretario en los años veintes y principios de los treinta del siglo pasado; cuyo mérito fue sostener: en concreto, solo para los gobiernos de facto, es decir para los gobiernos golpistas, -para que mejor se entienda-, que México no estaba obligado a reconocer o desconocer esos gobiernos, sino sencillamente a mantener o retirar según su conveniencia sus funcionarios diplomáticos, sin juzgar la legitimidad de esos gobiernos. Lo que se ha interpretado vulgarmente como una política exterior de no intervención en asuntos internos de los otros países.
Evidentemente la Doctrina Estrada era la presunción del México del “desarrollo estabilizador”, es decir en los años cincuentas sesentas. De esa manera nuestro país, mantuvo relaciones con todas las dictaduras militares de Centro y Sudamérica; y en su momento con la dictadura naciente de Cuba.
En términos prácticos para México, durante muchos años, era lo mismo mantener excelentes relaciones con tiranos como Alfredo Stroessner de Paraguay, con Leónidas Trujillo de República Dominicana, con “Papá Doc” Duvalier de Haití o con Anastasio Somoza de Nicaragua, solo por mencionar algunos de los “gorilas” que así les decían los izquierdistas a los gobernantes que llegaban al poder por medio de un golpe militar.
A Castro que llegó al poder también violentamente, era la excepción, no le decían gorila, era un chango de otra maroma; y la diplomacia mexicana, a la tiranía cubana la cocinaba aparte. En las discusiones en al OEA, le otorgaban una defensa sin bases, contradiciendo, la llamada Doctrina Estrada que en su esencia era un instrumento de política internacional amoral, un cantinflesco argumento, porque como podía ser una cosa, podía ser otra diferente.
En los círculos internacionales, eran de burla los diplomáticos mexicanos, por su falta de principios, porque se aplicaba a los comunistas una razón de legitimidad, aunque fueran golpistas, y a los que no, se les criticaba como dictadores, Como si los Castro, los Ortega, Chávez, Evo, y Maduro no fueran un ejemplo de destrucción institucional, y de arbitrariedades contra las libertades esenciales de sus pueblos. Invariablemente los gobernantes mexicanos, los de ayer y hoy, son iguales, seguían y siguen de de convenencieros para nada útil. Le dan la espalda a los pueblos cubano, nicaragüense o venezolano, y optan mejor, en apoyar a sus tiranos.
No se si para provocar a los países que respetan a la democracia, o para ser líderes de los gobernantes sin legitimidad. México para pena propia, le juega al malo, con los malos, con los sádicos de las dictaduras de izquierda, asesinos, represores y ansiosos por establecer la narcopolítica, como la que subyace en el corazón del Foro de Sao Paulo.
Ahora AMLO ratifica la misma política que según su farsa de consulta causó daños al país, la misma que llevaba su odiado Calderón en materia exterior, y de su socio Peña Nieto, la misma de Salinas, y Zedillo, porque las evidencias muestran que todos incluyéndolo a él, son iguales: le da el apoyo a la dictadura cubana.
Pero además de lo descrito, como cosa suya, AMLO le asesta un golpe de a mentiras a la OEA, que de por sí, al igual que la ONU son organizaciones obsoletas, pero no tanto como para sustituirlas por la CELAC que no tiene nada; y menos si se trata de erigir de facto, un líder que en sus sueños ofrece dominar a los sureños del continente, para unificarlos a una guerra comercial con China, esperando que Estados Unidos le compre la jalada y lo nombre su plenipotenciario en su versión particular de bolivarismo mexicano ¡Hágame el favor!
AMLO ya se la creyó, hasta festejó a Simón Bolívar, algo sin precedentes. Es igualito a Echeverría.
Hay que recordar que ese asesino de estudiantes, creía que lo iban a hacer líder de la ONU, con su ocurrencia infantil de querer imponer una Carta de los Derechos y Deberes de los Estados, una “constitución mundial”, que le dictaron los socialdemócratas alemanes a Porfirio Muñoz Ledo, y éste a su vez cilindreó a Echeverría, que hizo una Universidad de Estudios del Tercer Mundo., en su casona de San Jerónimo con cargo al presupuesto, para estudiar a Franz Fanon y a Eduardo Galeano, dos poetas políticos del odio y del resentimiento.
En pocas palabras México tiene a los mismos gobernantes ayer y hoy, AMLO le juegan al maldito internacional, y todo el mundo lo sabe, menos en México, en Cuba lo reconocen como ”socialista” operando con los sádicos dictadores de la isla.
En su plan ranchero el émulo de Echeverría, se ofrece como amo de llaves de la Casa Blanca, como si de veras allí se decidiera algo grande, y verdad los presidentes de Latinoamérica lo reconocieran como su redentor. Es inaudito, todo ese circo que nadie cree, es únicamente para negociar con la potencia, alargar su periodo. No hay más.