Carlos J. Pérez García.
Sí, hace unos días, el primero del mes se celebraron 100 años de la creación del Partido Comunista Chino, y en 1949 se fundaba la República Popular China que sigue hoy con gran fuerza económica y política luego de sus difíciles y convulsas décadas iniciales. Verán ustedes que, aun con enormes peculiaridades, tienen para nosotros ciertas enseñanzas.
Recordemos que, tras los años en que ese país se vio asediado por el desorden institucional y un desencanto con el comunismo a partir de los caóticos movimientos políticos de la era de Mao Zedong, el líder Deng Xiaoping resultaba más moderado y pragmático frente al radicalismo maoísta de años previos. De 1978 a 1989 fue el máximo dirigente de la República Popular y el arquitecto de importantes reformas principalmente económicas y de apertura al exterior que condujeron al éxito en cuanto a crecimiento económico, generación de empleos, disminución de la pobreza, aumento de las exportaciones; en general, inversiones públicas y privadas significaron una elevada creación de riqueza y bienestar para una población que ya supera los 1,400 millones de habitantes.
Lo anterior implicó la creación y el fortalecimiento de mercados diversos, la flexibilización y racionalización de una planeación menos centralizada, y el regreso del beneficio o remanente económico no sólo como el principal aliciente para la inversión pública y privada, sino como la base del impulso de la economía, el sector externo y los empleos remunerados. El sistema político de un partido comunista que convive con un exitoso sistema económico de naturaleza capitalista me hace recordar lo que siempre he dicho sobre la geometría ideológica: hay que ser de izquierda en lo social y de derecha en lo económico, fuera de los extremos en uno u otro caso. Incluso se puede ser marxista en política y ‘(neo)liberal’ en economía (aquí, sin alternativas sostenibles).
“Da igual que el gato sea blanco o negro; lo importante es que sea bueno para cazar ratones”, viene a ser la frase célebre que se atribuye a Deng y que luego ha sido reiterada en diversos países, aunque no se ha comprendido en fracasos populistas o ideologizados. Ojo, en Economía no importa tanto la ideología mientras funcione… y es el capitalismo liberal lo que funciona para generar recursos en forma sostenida hacia su mejor distribución.
López Obrador y ciertos asesores no han entendido esto, y tampoco sus economistas que le siguen la corriente en los discursos o en decisiones relevantes (como ha sido el caso del secretario Arturo Herrera, en tanto que su más apto antecesor —Carlos Urzúa— vio problemas y mejor se fue cuando ya no pudo aguantar más). Viene ahora un nuevo relevo en la Secretaría de Hacienda, con Rogelio Ramírez de la O, quien tiene capacidad y prestigio propio… ojalá le permitan sugerencias que sean escuchadas.
Entre tantos escándalos y despropósitos, es muy necesario ver con calma varios temas significativos. Como en casi todo el mundo, en México se ha tenido que mantener una economía (neo)liberal, según recordaba Urzúa, al confirmar políticas sensatas en lo fiscal y monetario (luego de los desastres del nacionalpopulismo de 1970 a 1982). Creo que no cabe repetir aquí unos 15 puntos que podrían configurar una economía liberal, los cuales suelen estar presentes en casi todos los países del mundo, aunque acá ya no está claro que a mayor plazo se vaya a respetar la autonomía del banco central o a evitar un crecimiento de entidades a cargo del Estado.
Igual pienso que en política económica los tiempos no estarán para discusiones teóricas, sino para decisiones sólidas y pragmáticas. Por ejemplo, dice el presidente que eso de controlar los precios del gas y crear un organismo de distribución “no tiene que ver con ser doctor en Economía”, pero tampoco debe estar en contra de la Economía básica.
Veo riesgos de más decisiones precipitadas hacia lo que nunca ha funcionado en ningún país (control de precios, digamos), y vale la pena pensarle con oportunidad y otros elementos de juicio. Un primer mandatario tiene que dejarse ayudar por sus especialistas más serios.
* EN SAN LUIS POTOSÍ una nueva elección de gobernador tendría que excluir al candidato que motivó la anulación del proceso original, mientras que un período sin fuero del gobernador electo sería entre el 1 y el 25 de septiembre. Si acaso para precisar puntos y escenarios, ante decisiones políticas y de órganos electorales.
@cpgarcieral