Rubén Cortés.
Gatell es quien mejor aprendió que, en la 4T, para trepar se adopta la misma posición que para arrastrarse. Dice lo que sabe que quieren oír: que los niños con cáncer darán un golpe de Estado; que la fuerza del presidente es moral, no una fuerza de contagio.
Irma Eréndira Sandoval también lo aprendió pero, a diferencia de Gatell, tuvo un momento de valor: se enfrentó al presidente al torpedear la candidatura de su amigo Macedonio al gobierno de Guerrero. Por eso Gatell mantiene el puesto, y a ella la echaron.
Porque, de los segundones del presidente, nadie como Irma Eréndira Sandoval (y su esposo John Ackerman: son uno mismo) y Gatell, han sido mejores a la hora de adelantarse al pensamiento del jefe, para endulzarle el oído y henchirle el corazón de felicidad.
Ackerman aseguró que el presidente es un líder científico que ha enfrentado muy bien al Covid; y que desde su primer año de gestión superó a Benito Juárez como prócer de la historia de México, porque garantiza la justicia para los pobres.
Pero no pudo superar a Gatell y su respaldo docto al empirismo rastacuero del jefe, de que el Covid era menos que una gripe, que no era una enfermedad fatal, que la gente podía abrazarse, que se alejaba con estampas de santos, de negarse a usar cubrebocas…
Como tampoco pudo aventajar Irma Eréndira Sandoval a Gatell, ni siquiera cuando persiguió a intelectuales que casi a diario revienta el presidente (ejemplo, a Héctor Aguilar Camín); o exonerando de un plumazo a amigos del presidente, como Bartlett, y hasta al hijo de Bartlett.
Es que Gatell tiene algún talento diferente a Irma Eréndira Sandoval y Ackerman para ejecutar sin errores esa máxima genial de Jonathan Switf: “Para trepar se adopta la misma posición que para arrastrarse”.
Y eso que Ackerman es quien mejor interpreta las aspiraciones del presidente: “Morena va encaminado a convertirse en un nuevo partido de Estado, capaz de ganar cada vez más elecciones y dominar el tablero de la política nacional durante generaciones”.
Pero ni así pudo impedir caerse del agrado presidencial. Al contrario, al anunciar el despido de ella, el presidente dijo en su cara: “El poder es humildad, no prepotencia, extravagancia, lujos, fantocherías. No debemos ser funcionarios, sino servidores públicos”.
El presidente indudablemente se refería a las seis casas por valor superior a los 60 millones de pesos de ella y Ackerman. Sin embargo, Bartlett tiene 25 casas que valen más de 800 millones de pesos. Y sigue en su cargo.
Más: el presidente dice que Bartlett es un gran profesional, y cambio la ley para que Gatell otorgue en Copefris los contratos más jugosos de la salud en México.
Trepar y arrastrarse.