Carlos Arturo Baños Lemoine.
Ridículo y contradictorio, como en muchas otras ocasiones. El pasado viernes 04 de junio, justo en la víspera del proceso electoral, el Presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se ufanó del cristianismo que profesa.
“Yo soy cristiano y quiero aclararlo. En la Iglesia evangélica hay una denominación cristiana, pero mi cristianismo, lo que yo practico, tiene que ver con Jesucristo, porque yo soy seguidor del pensamiento y de la obra de Jesús, creo que es el luchador social más importante que ha habido en el mundo, en la Tierra”, dijo AMLO en su conferencia de prensa.
Por supuesto que se trató de una respuesta armada, a raíz de una pregunta a modo realizada por uno de los muchos periodistas-patiños que asisten a la homilía presidencial. Se trató de un claro ejercicio de psico-política: declararse cristiano y echarse un rollo sobre el amor al prójimo poco antes de las complicadas elecciones de medio término, a objeto de tratar de generar empatía religiosa con un electorado marcadamente religioso, específicamente cristiano, de las muchas denominaciones de la mitología cristiana.
Recordemos que México es un Estado Laico con un subsuelo histórico-cultural sumamente religioso, para bien y para mal.
AMLO incurrió, claro está, en el tan aborrecible uso político de la religión, que no es privativo de AMLO ni de sus peones políticos; si bien vale la pena recordar que el actual Presidente ha abusado lo que ha querido en cuanto atañe al uso político de la religión. Y como Olga Sánchez Cordero, la dizque Secretaria de Gobernación, es su subordinada, es su empleada, ni remotamente lo sancionará por esta transgresión a la ley.
Pero lo más patético y ridículo de todo esto no es que el Presidente de la República viole frecuentemente la laicidad del Estado Mexicano, sino que se embarre tan abiertamente con su propio lodo ideológico y discursivo.
Tanto que se la pasa quejándose de la Conquista. Tantas disculpas que les ha exigido a España y al Estado Vaticano por los excesos de la Conquista. Y tanto que presume, gustosamente, su sometimiento a la religión que, a sangre y fuego, impusieron los conquistadores españoles por estos lares.
Así, pues, Andrés Manuel López Obrador se exhibe como un vulgar esclavo que lame con alegría las cadenas que lo oprimen. No se ha dado cuenta de que uno de los “peores oprobios de la Conquista” fue la imposición de la religión que él mismo profesa con orgullo; de una religión de esclavos y de resentidos, según Nietzsche: el cristianismo.
¡Y tan maravilloso que es vivir sin fantasmagorías!
Twitter: @BanosLemoine
YouTube: Carlos Arturo Baños Lemoine
https://banoslemoine.wordpress.com/
Esta videocolumna de análisis, crítica y opinión es de autoría exclusiva de Carlos Arturo Baños Lemoine. Se escribe y publica al amparo de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cualquier inconformidad canalícese a través de las autoridades jurisdiccionales correspondientes.