Por. Rubén Cortés
Veintiséis meses violando la separación de poderes, repartiendo 304 mil millones a su gente, 623 mañaneras pulverizando adversarios y la UIF persiguiéndolos; desapareciendo instancias públicas, 109 fideicomisos, con poder absoluto: y perdió la mayoría.
Visto así, se trata de un régimen moralmente derrotado.
El México plural y diverso (ese que el presidente decía que era el que estaba moralmente derrotado) votó en contra de que pueda seguir mandando en el país como se manda un campamento, y de que pueda hacer cambios a la Constitución.
Definitivamente, los votantes desaprobaron la primera mitad de la gestión del presidente, quitándole el control de la Cámara de Diputados. Eso significa, entre otros, un triunfo fenomenal de la democracia: no podrá tocar al INE, ni imponer los nuevos consejeros.
Con este resultado, el presidente tampoco podrá manejar el presupuesto, lo cual es un golpe demoledor a su régimen de gobierno basado en el reparto de dinero a sus bases electorales. Sin eso, el presidente será, como dicen los americanos, un lame duck.
Porque, en la primera parte de su gobierno, su mayoría absoluta en la Cámara de Diputados le aprobó una partida secreta al estilo de la que tenía Carlos Salinas en la presidencia imperial, sólo que sin el nombre de partida secreta, sino como Ley de Austeridad.
Con esa Ley de Austeridad, el presidente decide sin consultar a nadie el destino de una parte del presupuesto del Estado (seis billones 295.7 millones de pesos) hacia los barriles sin fondo que son sus programas corporativos de obtención de votos.
Sí: casi todo el poder de este presidente viene del muchísimo dinero público que le aseguró estos tres años la Cámara, para regalar y para sus proyectos faraónicos: Tren Maya, Santa Lucía, Dos Bocas y tranquilizar al Ejército con 48 mil 779 millones de presupuesto.
Aunque si alguien aquí es astuto es el presidente: en espera de que ayer podía perder el control de la Cámara, dio a guardar al Ejército el dinero para pagar esos proyectos prioritarios, al autorizarle 48 mil 779 millones de pesos imposibles de auditar.
Son 48 mil 779 millones inauditables, aparte del presupuesto oficial que le dio al Ejército para este año: 112 mil 557 millones de pesos, con potestad, además, para adjudicar obras a dedo en bancos, construcción, salud, aduanas.
Es decir, tiene dinero todavía para fondearse posee muy en especial la atalaya incendiaria de cada mañana para hacer polvo reputaciones, profundizar en la polarización y mantenerse como el gran referente político nacional.
Pero, tras el resultado desfavorable de ayer, su mundo es otro: poco a poco disminuirá el terror entre colaboradores, oposición, empresarios, dueños de medios, ministros, magistrados, todos quienes sufren su aplanadora de intimidación y de ojeriza.
El escenario cambia.